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Mi primer disco – Bachata Rosa

Mi hermana mayor escuchaba The Cure en ese tiempo. Estaba dándole todo el día a la parte más radial de su repertorio. También escuchaba [F I N O] a Silvio Rodríguez y Alberto Plaza, que en ese entonces [C R E O] compartían una audiencia similar.

Con mi hermana del medio la hueviábamos, porque lo más alegre que salía de ahí era Friday I’m In Love o la canción de Silvio en que se va [E N A M O R A D O] a vivir con una mina que después lo persigue con unas tijeras de podar. Por dentro, igual coreábamos todas esas canciones, y las trazas de ellas son parte de nuestro subconsciente musical. Ese que trae olores o imágenes cuando vuelves a escuchar. 

Corría 1990 cuando BMG decidió distribuir al prometedor artista de Karen Records, Juan Luis Guerra, con el disco que le haría sonar en toda Iberoamérica: Bachata Rosa. En la 88.1 [A U R O R A] del dial FM chileno se movía “Burbujas de amor” y su inicio brillante y enamoradizo (Guitarra de 12 cuerdas) me hacía dejar lo que que estuviera haciendo para cantar a todo lo que la garganta de 8 años me permitía. Memoricé en ese entonces [ Y  H A S T A  H O Y ] cada arreglo de esa canción. Los coros maravillosos, el bongó perfecto, el solo de trompeta con sordina. Sin embargo pasé todo ese año pegado en el single, sin conocer nada más del disco.

Mi abuela viajaba desde Brasil cada tantos años. El olor de sus maletas al abrirse también vive en mi cabeza. Se olvidó mi regalo y lo compensó con mil quinientos pesos, para comprar mi primer cassette. Esa mañana de noviembre en la Feria Del Disco del paseo Ahumada, con mi hermana del medio como chaperona, pedimos a la dependiente que pusiera el cassette en el equipo de la tienda, apoyados sobre la vitrina como si entendiéramos esa mecánica de las tiendas de música. Nos regalaron, por nuestra compra, un mazo de cartas de magia. Esos meses fueron de Juan Luis Guerra y magia para todas las visitas.

Ya no sonaba The Cure. Todo el día la bachata retumbaba en las paredes de mi casa de Pedro Aguirre Cerda, con las ventanas y persianas abiertas, en esos días de diciembre y enero, en que el polvo de las platabandas se convertía en malezas verdes, colas de zorro, relojitos. Nuestros amigos y vecinos también lo escucharon. Lo piratearon y bailaron. Hoy le dicen conciencia de clase, para nosotros el pirateo era la única forma de tener música nueva.

Los primeros días de enero de 1991 confirmaron su presencia en el Festival De Viña. Pudimos ver su presentación en vivo, con la hermosa Adalgisa Pantaleón y su voz que derretía las rocas y por primera vez frente a mis ojos, la Güira y la Tambora. [Y  E L  B A L L E T  D E  H U G O  U R R U T I A] Sin ser un experto en el certamen, me atrevo a decir que se trató de un hito gigante respecto a la música del caribe en Chile. 

Reescuchar este disco después de unos 20 años me hizo valorarlo de una manera distinta. Con un poco más de conocimiento musical pude darme cuenta del tipo de compositor que escuché hasta el hartazgo en la tierna infancia y que claramente me afinó la paila en bajo nivel, hasta el día del hoy.